viernes, 14 de junio de 2013

No me voy a quedar callado




Artículo publicado el 13 de junio de 2013 en Materia, escrito por José Manuel Fernández, JAE- Postdoc en el Instituto de Ciencias Agrarias (CSIC) y miembro de la Federación de Jóvenes Investigadores (FJI/Precarios)


Sólo soy una de esas personas que en su momento decidieron dedicarse a la investigación, un caso entre otros muchos. Cada día me afano en estudiar cómo emplear los residuos de nuestras ciudades para recuperar suelos agrícolas que han sido sobrexplotados y conseguir, al mismo tiempo, secuestrar carbono para ayudar a reducir el calentamiento global. A simple vista mi trabajo puede parecer poco rentable, o no, depende de si hablas en términos de dinero o de futuro. Yo creo que ambos son compatibles.

Hace dos años que volví a España tras casi tres de postdoctoral en una de las mejores universidades de Estados Unidos. Atrás quedaban muchos esfuerzos, logros y alguna oferta en otro país para continuar mi trabajo. Pero la decisión estaba tomada, era hora de volver y construir algo más estable en el lugar donde me dieron la oportunidad de formarme y empezar. La maleta la traía llena de ilusión, proyectos de colaboración, nuevas ideas y sobre todo, ganas de ayudar a sacar esto adelante.

Cuando aterricé la situación ya era mala, pero nada parecía anunciar la caída libre que estaba a punto de comenzar. Llegó, tarde y recortado, el Plan Nacional -principal fuente de financiación de los proyectos en este país- y con él los primeros grupos en quedarse sin financiación. Tampoco fue mejor para los proyectos que se aprobaron. Todavía hoy no han recibido los fondos para poder empezar. Algunos pensaron que quizás la próxima vez sería mejor, pero ahora saben que la convocatoria de este año ni siquiera se resolverá en 2013. Mientras, desde la Secretaría de Estado de I+D+i nos repetían que había que hacer “más con menos”. Lo que no explicaban era cómo hacer “más con nada”.

Como siempre, la peor parte sería para los jóvenes, el eslabón más débil de la cadena. Las convocatorias para reincorporar jóvenes talentos, como el Programa Ramón y Cajal, salían con casi un año de retraso y un recorte superior al 30%. Era solo cuestión de tiempo que esto estallara. Con la resolución de estos cajales aparecieron los primeros casos de científicos con espectaculares currículos que se quedaban fuera. Habrá muchos más. Es la consecuencia lógica de disfrazar como “búsqueda de la excelencia” un recorte indiscriminado. De la etapa pre y postdoctoral casi mejor no hablar. Las convocatorias autonómicas comenzaron a desaparecer, seguidas de las del CSIC y de la eliminación, sin explicación alguna, del programa postdoctoral. Y así, poco a poco, empezamos a dejar marchar a los mejores de cada generación.

Miro a mi alrededor y veo caer los puntales que sostienen un sistema de investigación que llevó años levantar. Y me duele, pero no por mí. Al final nosotros somos afortunados. Hemos recibido una preparación que nos permitirá optar a puestos en otros países. Nuestras familias están más que acostumbradas a lidiar con la distancia. Saldremos adelante. No, eso no duele, lo que duele es el engaño.

Duele ver cómo se esfuerzan en darle vueltas a unas cifras testarudas para vender a la sociedad que este país apuesta por la investigación mientras los recortes llegan ya al 40%. Duele que un señor diga que trabajar en Europa no es salir de casa y sea incapaz de ver que el problema no es ese. El problema es que trabajaremos en otro país y todos los proyectos, financiación y avances que se obtengan se quedarán allí, mientras España -que pagó nuestra formación- se limitará a seguir poniendo dinero, estancada en la cola del desarrollo.

Duele cuando los ministros se empeñan en usar expresiones como “movilidad exterior” o “espíritu aventurero” y tú sigues despidiendo a compañeros que se marchan a ocupar puestos en universidades extranjeras. Sabes que no volverán, no les van a engañar de nuevo con falsas promesas. Una cosa sí es cierta, no hay “fuga de cerebros”, no se escapan a escondidas. Es un exilio obligado.

Era precisamente Severo Ochoa, nuestro nobel en el exilio, quien decía: “Un país sin investigación es un país sin desarrollo”. No podemos seguir rescatando el presente de unos pocos a costa de sacrificar el futuro de nuestra sociedad.

Hoy vuelvo a mirar la maleta con la que llegué, la que estaba llena de sueños e ilusiones. Ahora está vacía, ya casi lista para que la vuelva a llenar e ir allí donde pueda seguir haciendo algo tan simple como mi trabajo. Pero antes de que eso pase, no me voy a quedar callado, quiero intentar una vez más que lo entiendan. Por eso, este viernes os invito a salir también a la calle y decir que esto nos duele, que basta de juegos de palabras, que estamos todavía a tiempo, si de verdad se quiere.


Este viernes 14 de junio, bajo el lema “¡Salvemos la Investigación: con I+D+i hay futuro!”, distintos colectivos del mundo de la ciencia convocan una manifestación en Madrid y actos en ciudades de toda España para pedir al Gobierno que deje de jugar con el futuro de este país y apueste de forma seria y decidida por la I+D.


texto: José Manuel Fernández (en Materia)
edición: Inma Luque
imagen #sinCiencia: Enrique Herrero (en Naukas)
imagen #14jsalvemoslainvestigacion: http://conimasdmasihayfuturo.com/


¿Por qué esta entrada?




miércoles, 12 de junio de 2013

Calar Alto: profesionalidad y calidad humana




Post publicado por Benjamin Montesinos, el 12 de junio de 2013, en el blog Cuaderno de bitácora estelar
Al igual que el texto, los comentarios en el blog original tampoco tienen desperdicio...


En las últimas semanas hemos recibido bastantes noticias sobre el futuro –negro si nadie no lo remedia- del Observatorio de Calar Alto. La comunidad astronómica se ha unido difundiendo varios comunicados para protestar por una decisión arbitraria que deja a esa instalación puntera de la astronomía europea al borde del colapso. Para agravar la situación y hurgar donde más duele, algunos políticos no han tenido empacho en faltar a la verdad para ocultar y tergiversar los hechos e incluso para colgarse medallas de salvadores. Cuando uno se informa de cómo se han sucedido los acontecimientos y cuál ha sido la actitud de algunas personas responsables de la situación actual, la indignación es la más suave de las sensaciones que a uno le asaltan.

Sin embargo no quiero que esta entrada en la Bitácora sea desabrida y caústica. Mi propósito es rendir un modesto homenaje a la profesionalidad y a la calidad humana que siempre he encontrado ahí arriba. Estos días de atrás me he detenido a pensar y aunque no puedo considerarme realmente un astrónomo observacional si me comparo con otros compañeros, me he dado cuenta de que Calar Alto siempre ha estado presente en mi carrera como investigador.

Mi primera campaña en Calar Alto fue de cinco noches en el telescopio de 2.2 m, usando el foco Coudé y placas fotográficas en el tubo intensificador de imagen… ¡sí, placas fotográficas! Acababa de comenzar la tesis así es que como era novato me acompañó Jaime Zamorano, ahora profesor del Departamento de Astrofísica de la UCM. Nos ayudó como astrónomo asistente Agustín Sánchez Lavega, hoy director del Grupo de Ciencias Planetarias de la UPV. Fue divertido y cansado: había que colocar las placas en el portaplacas chupándolas en un borde para ver de qué lado estaba la emulsión, había que correr escaleras arriba para controlar el telescopio desde la consola, escaleras abajo para guiar –a ojo, y con una raqueta con cuatro botones para controlar la ascensión recta y declinación- y luego escaleras abajo de nuevo para revelar las placas… Tan frenética fue la campaña que la última noche hicimos una exposición de 90 minutos sin haber colocado la placa: Jaime creía que la había montado yo y yo creía que la había montado Jaime. Gajes del oficio. En ese viaje conocí a Valerio, el legendario taxista de Calar Alto, que nos dejó. Ahí conocí también a Carlos Eiroa, hoy profesor en la UAM con el que colaboro desde hace bastantes años, que estaba observando con el 1.23, muy probablemente haciendo fotometría de Serpens, su región del cielo favorita.


La sensación que saqué de allí fue que aquello era fascinante… y lo que me quedó grabado es que en el observatorio había una gente con una profesión sacrificada, que sabía muy bien lo que hacía y que tenía una enorme pasión por la Astronomía. Aquí va un ejemplo. Hace unos años tuve una campaña en invierno con no muy buen tiempo en las dos primeras de las tres noches que me concedieron. La tercera tenía muy buen aspecto, de modo que me propuse completar en la medida de lo posible mi programa. Como en invierno uno vive en el telescopio, yo había encargado algo de cena para, durante una exposición larga, bajar a la residencia, reponer fuerzas, subir de nuevo al telescopio y continuar. Estaba conmigo Felipe Hoyo, uno de los operadores más veteranos del observatorio. La noche era tan buena, con un seeing por debajo del segundo de arco que los tiempos de exposición eran como mucho, de 10 minutos. No podía parar de observar, imposible hacer una exposición larga para bajar al comedor. A eso de las 3 de la madrugada Felipe se empeño en bajar a por mi cena y al traérmela me dijo: “Aquí estamos para ayudarte a que te lleves los mejores datos posibles, así es que no pierdas ni un minuto y dime si tienes algún problema con la cámara o el telescopio que yo te lo intentaré resolver”. Nunca he olvidado eso, porque creo que resume bien la filosofía de ese observatorio: profesionalidad y calidad humana. Eso ha sido una constante en cada una de mis visitas y en mi contacto con todas las personas del centro, desde los integrantes del grupo de Astronomía, operadores y astrónomos, hasta las administrativas y el personal de cocina. Impecable.

El futuro no pinta bien, ojalá me equivoque, pero pase lo que pase, los trabajadores de Calar Alto deben sentirse orgullosos de su trabajo y del servicio que han prestado a la comunidad astronómica española y a todo aquel que ha recalado allí desde lugares más lejanos.

Mil gracias compañeros.



texto y fotos: Benjamin Montesinos (en Cuaderno de bitácora estelar)
edición: Inma Luque
imagen #sinCiencia: Enrique Herrero (en Naukas)



Una virada, para seguir navegando...



Una reflexión, maniobra náutica incluída, necesaria para no cambiar el rumbo

Habitualmente, los textos que se recogen en este blog son míos o de personas que han querido participar en él como autores. Nunca he querido copiar textos (con permiso, obviamente) de otros para plasmarlos aquí. Por eso ha resultado tan difícil mantener este blog, porque no siempe una tiene el tiempo y la serenidad suficientes como para escribir sobre lo que le gusta, pero no le da de comer :/

Para hablar y recomendar el buen trabajo de otros autores, me he servido durante este tiempo de las redes sociales, que en realidad (seamos sinceros...) son las que le han dado cierto 'nombre' a este p@to :)


Sin embargo, últimamente tengo la necesidad de traer aquí lo que cuentan mis compañeros.
Porque si a mi, mi trabajo (el que me da de comer) no me lo permite, eso no debería ser impedimento para que sirva de altavoz de aquellos que piensan como yo, que creen que a la Ciencia hay que salvarla, que hay que gritar y luchar por su vida en esta época oscura.
Oscura en gobernantes y poderosos, pero brillante en mentes y espíritus.

Así que mucho me temo, amigos patunos, que a partir de ahora veréis por aquí algunos nombres conocidos.

Seguramente los textos los encontraréis en muchos otros sitios, de lo cual me alegraré (no pretendo descubriros a estas alturas a los mejores divulgadores de Ciencia de este país).
Pero si mi altavoz sirve de trampolín para llegar aún más lejos, estaré contenta de haber 'traicionado' uno de los principios de este blog.

Porque habrá sido por la Ciencia, y habrá merecido la pena.

Y, por cierto, no os perdáis la siguiente entrada...

imagen: Enrique Herrero (en Naukas)
texto y edición: Inma Luque








ciao!

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