Han pasado ya más de dos semanas desde el fatídico 11 de marzo de 2011 y las cifras de fallecidos, desaparecidos y desplazados por el terremoto y posterior tsunami acontecido en Japón no paran de crecer. Entre desaparecidos y fallecidos, ya suman más de
24.000 personas, según la Agencia Nacional de Policía; y los desplazados rondan los
270.000, según fuentes de la agencia local de noticias Kyodo News. La nota ‘positiva’ es que, a fecha de 18 de marzo, se han rescatado más de
26.700 víctimas, según la información que aparece en la página web de la Embajada de Japón en España. Y todos estos datos son ya de por sí muy preocupantes, sin tener en cuenta los problemas con los reactores nucleares, los niveles de radiación en el medio ambiente, las pérdidas económicas, los hogares destrozados, los modos de vivir vueltos del revés,…
Y es que la naturaleza, de vez en cuando, nos da estos zarpazos de humildad, como nos cuenta
Antonio Fernández, Profesor de la Facultad de Geografía e Historia de la
UNED.
A. F.: El ser humano es muy antropocéntrico y esto nos ha venido muy bien para la soberbia tecnológica del hombre. Japón es uno de los países más avanzados, con la tecnología puntera, con todo su conocimiento; pero un simple movimiento ha dado al traste con esa soberbia tecnológica. Lo cual no es mal aprendizaje. Si la central nuclear hubiese estado a unos 20 metros sobre el nivel del mar, probablemente no estaríamos haciendo esta entrevista.
Pregunta: La destrucción ha sido tremenda en un país acostumbrado a los movimientos sísmicos (algunos de gran importancia). ¿Podrían haberse evitado las consecuencias de este terremoto o la fuerza desatada es tal que no se podría haber hecho nada?
A. F.: Japón es un país muy avanzado en arquitectura antisísmica; incluso las centrales nucleares están adaptadas a esos seísmos. Este tipo de arquitectura preventiva se hace siempre en unos parámetros sobre una catástrofe potencial, en base a unos escenarios de máxima actividad sísmica. Pero, en el caso de Japón, la magnitud y el tsunami generado han tenido tales dimensiones, que no se habían previsto esas consecuencias. Por muy preparados que hayan estado, la catástrofe ha sido de tal magnitud que ha superado las previsiones humanas, especialmente en lo referente al tsunami y la protección de los equipos auxiliares de refrigeración.
Javier Lario, Profesor de Geodinámica de la Facultad de Ciencias de la
UNED, y experto en Riesgos Geológicos, participó hace un año en el Equipo Internacional de la
UNESCO que realizó un reconocimiento de los daños del tsunami de Chile. También hemos querido contar con sus conocimientos como especialista en estos temas.
J. L.: A este respecto, otro punto a tener en cuenta es que algunas de estas centrales se diseñaron hace más de 40 años, con unos datos sobre la sismicidad de la zona que no son los de ahora. El estudio del registro geológico ha permitido poder tener datos más allá de los obtenidos por registro instrumental o por documentos históricos. Habría que actualizar y revisar los protocolos y datos usados en su día. Por ejemplo, se acaba de publicar un estudio en Japón que indica olas de 25 metros causadas por un tsunami ocurrido en 1771, del que había poca documentación de campo. Con esos datos se podría haber realizado un diseño más conservador.
P: La pregunta va más allá. Es decir, ¿es capaz el hombre de enfrentarse a algo así y no salir terriblemente dañado?
A. F: No. Yo considero que el hombre es un aprendiz de la naturaleza, y que las fuerzas de la naturaleza son inmensamente más enérgicas que cualquiera de las previsiones humanas. La naturaleza siempre nos va a sorprender, y tiene muchísima más fuerza que lo que podamos prever. En el caso de Japón, los edificios exteriores de las centrales nucleares sí soportaron el envite y el movimiento; incluso, el núcleo y el edificio de contención. El problema ha venido después.
P: ¿En qué medida ha agravado la situación el tsunami posterior?
A. F.: Evidentemente, la catástrofe ha venido más por el tsunami que por el movimiento sísmico. El epicentro sucedió a 130 kilómetros de la costa y lo que ha generado la catástrofe ha sido el tsunami generado por ese movimiento sísmico. Y eso es lo que ha sucedido, también, en otros de los grandes terremotos de la Historia. En 1755, en el terremoto de Lisboa, el epicentro estaba a unos 800 kilómetros al sureste del Cabo de San Vicente, y de las 50.000 a 90.000 personas que fallecieron, unas 15.000 fueron a causa del tsunami. Y las ondas sísmicas, que atravesaron toda la Península, tuvieron repercusiones en toda España, sobre todo en la submeseta sur. Lo mismo ocurrió en Java-Sumatra, hace unos años. Lo que realmente genera la destrucción es el golpe de agua, y la resaca de ese agua cuando retorna hacia atrás. Son dos movimientos, el de avance y el de retroceso; tanto en uno como en otro se produce ese efecto. Ese mismo terremoto en un área continental despoblada no hubiese tenido esas consecuencias.
P: ¿Por qué son tan difíciles de predecir los terremotos?
J. L.: Depende de la fuente que origine el terremoto, no es tan difícil prever algunos parámetros. Existían artículos científicos que pronosticaban la magnitud y la zona donde ocurriría el siguiente terremoto en Haití o en Chile, realizados a partir del estudio de la energía liberada en terremotos anteriores, y que se ajustaron muy bien a lo que ocurrió en ambos casos en 2010. Se puede pronosticar, por estudios estadísticos, cada cuánto tiempo puede ocurrir un terremoto de una magnitud en una zona, pero el problema es predecir la fecha y el lugar exacto. Lo más efectivo es la prevención: ordenar y ajustar la actividad humana a la probabilidad de que ocurran eventos catastróficos en una zona, a través de la ordenación del territorio para las diferentes actividades, el establecimiento de unas normas de construcción, etc. Esto es aplicable a cualquier catástrofe natural: inundaciones, terremotos, volcanes,…Otro punto importante es la educación: en países donde conviven con estos eventos se enseña desde la escuela como actuar. En numerosas ocasiones esta educación a la población ha salvado muchas vidas.
P: ¿Siempre que el epicentro de un terremoto se sitúa en el mar se produce un tsunami?
J. L.: No, se necesita que haya un desplazamiento en la vertical del fondo oceánico. Aunque, en ocasiones, un terremoto puede ocasionar también grandes deslizamientos submarinos que sí pueden generar un tsunami.
P: ¿Cómo es posible que la ola no llegara a más allá de Japón (hacia el oeste)?
J. L.: La costa este japonesa es la que ha recibido el impacto del tsunami actuando de barrera. Una vez que la energía se ha liberado al llegar a la costa, esta se disipa. El propio modelo de propagación de tsunamis, como ondas al tirar una piedra a un lago, indica que las olas se han propagados en las otras direcciones hasta que han encontrado la costa de otros países.
P: ¿Y en España, son posibles los tsunamis?
A. F.: En España los tsunamis también han existido, y en todo el Golfo de Cádiz son muchos los ejemplos geomorfológicos que nos hablan de los tsunamis históricos y, por supuesto, a lo largo del Cuaternario. No es un fenómeno privativo de Asia, aunque sí es verdad que es una de las zonas con más riesgo de tsunami. Allí donde haya movimiento sísmico en el fondo marino, habrá (potencialmente) un tsunami.
J. L.: Los datos históricos e instrumentales indican más de 20 tsunamis en las costas españolas en los últimos 2.000 años, aunque no todos ellos han tenido consecuencias catastróficas. A partir de estudios geológicos se ha podido ampliar esta base de datos registrando, al menos, seis grandes tsunamis causados por terremotos de magnitud mayor que 7 en los últimos 6.000 años. Estos estudios, en los que participa la
UNED, han sido publicados recientemente en la revista
Quaternary International.
El terremoto de Lisboa provocó un tsunami en la costa sur peninsular que generó más de 2.000 muertos ya en 1755, sin la densidad de ocupación urbana de la franja costera que tenemos en la actualidad. El más reciente fue en 2003, cuando un terremoto en el norte de Argelia generó un tsunami que causó daños económicos en los puertos de Palma de Mallorca y Mahón, sin más consecuencias.
P: En algunos medios ha salido publicado que el terremoto, además, movió la isla de Japón, Honshu, 2,4 metros hacia es este. ¿Es eso posible?
J. L.: No es extraño; al fin y al cabo es un movimiento de la Tierra. Después del
terremoto de Chile de 2010, la ciudad de Concepción se desplazó 3 metros de su localización original. Nosotros medimos también en Chile movimientos verticales (elevación del terreno) de 2,5 metros. Probablemente en Japón se hayan producido también áreas de elevación y hundimiento del terreno, en este último caso, favoreciendo la inundación después del tsunami.
P: ¿Por qué los daños en el terremoto de Chile de 2010 fueron mucho menores que los que se han producido aquí?
J. L.: Aunque el terremoto fue algo menor (con una
magnitud de 8,8) y se midieron alturas de ola de 20 metros, es verdad que las pérdidas humanas fueron mucho menores. Por una parte, la llegada de la primera ola ocurrió cerca de tres horas después del terremoto, con lo que, aunque la alerta de las autoridades llegó tarde, la población conocía perfectamente que debían desplazarse a zonas más elevadas. El terremoto de 1960 (el mayor de la historia, con una magnitud de 9,5) y el de 1880 (también de magnitud 8,8) habían dejado marcado en la memoria histórica cómo actuar en estos casos; esto quedaba completado con la educación escolar y la existencia de planes y vías de evacuación. En el caso de Japón, también existe este entrenamiento de la población, pero la llegada de la primera ola se produjo a los 30 minutos del terremoto, con lo que los planes de evacuación no estaban plenamente operativos. Por otra parte, esta zona de Japón está densamente poblada, con núcleos importantes muy cerca del mar y a baja altitud (marismas, desembocaduras de ríos, llanuras costeras, etc.) muy vulnerables ante la llegada de un tsunami de estas características. La densidad y los núcleos de población en la región de Maule (donde se sufrió el mayor impacto del tsunami de Chile de 2010) es mucho menor. Existen otros parámetros, como la velocidad de llegada o la morfología de la costa, que pueden también influir en que los daños sean diferentes en tsunamis de características parecidas.
P: Es decir, que si la costa hubiera sido un acantilado…
A. F.: …El impacto hubiera sido menor, porque la ola no hubiera podido entrar hacia tierra adentro. Todo movimiento sísmico con epicentro en el fondo marino va a generar, necesariamente, unas tensiones y un movimiento del agua, que cruza los océanos. También hay que tener en cuenta otra dimensión, que es la distancia de la costa al epicentro.
P: El mundo está sorprendido por la entereza el pueblo japonés…
A. F.: Japón está en el peor sitio posible desde el punto de vista sísmico y climático, y aún así ha llegado a ser lo que es. No solamente está afectado por tsunamis o terremotos, sino también por inundaciones, nivosidad,… Todos los riesgos naturales, excepto la sequía, están presentes en Japón. Y su pueblo lleva conviviendo con ello muchos siglos; por lo tanto, se han tenido que acostumbrar a un medio físico inestable y peligroso. Así que la respuesta de la sociedad japonesa, por forma de ser y cultura, sólo podía ser la que ha sido.
Más info:Embajada de Japón en España
Comité Internacional de la Cruz Roja para la búsqueda de personas